Hubo un tiempo no tan lejano en el que los concursos literarios comerciales, esos que necesitan vender decenas o cientos de miles de ejemplares para que la editorial amortice el adelanto de regalías en que consiste la dotación económica del premio, se concedían a novelas con pretensiones culturales. Los galardonados no eran presentadores ni telebasureros, sino las mejores plumas de la hispanosfera; esta narrativa resultaba muy rentable, y nuestra lengua, nuestro país, jugaban en la liga de campeones de la literatura, con candidatos al Nobel que se postulaban sin necesidad de fantasía, chovinismo ni cubatas encima de la mesa. El declive lector de la narrativa cultural patria es un hecho, merecería al menos un análisis, y teniendo en cuenta que el perfil del comprador tipo está entre los treinta y los cincuenta años, resulta evidente dónde tenemos que empezar a tirar del hilo: ¿qué ha ocurrido para que las preferencias sean tan diferentes en solo veinte años, con una tendencia secular pr...