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Nuevo artículo en la revista Dosis Kafkiana: reseña sobre "Trilogía", de Jon Fosse

Posiblemente Faulkner haya sido, junto con Kafka, el autor más influyente en la literatura del siglo XX... con permiso de Joyce, del que muchos piensan que el primero es deudor. Sin embargo, en su fecunda descendencia es muy extraño encontrarle retoño que escriba con propiedad, y a algunos que no lo han hecho les han dado hasta el Nobel. Entre las felices excepciones encontramos a Ariana Harwicz (que algún día lo ganará y vengará a Borges, acuérdense de lo que les digo) y al premiado más reciente Jon Fosse.
¿Cómo es posible, dirá algún sufrido lector, que Fosse sea faulkneriano si escribe en tercera persona? Lo esencial no es la rotación de narradores subjetivos sino la subjetividad extrema de algún personaje a la hora de narrarlo todo, de modo que algún cruce bastardo tuvo que haber también con naturalistas... Y en estas lides surge siempre la misma pregunta: ¿es la propia técnica la que hace parir historias afines o la historia posee al autor para tener que echar mano de un recurso tan sugerente? En este caso, el narrador cuenta todo desde la psique de Asle y Alida, los protagonistas; o mejor dicho, de su alma intersecada como pareja.
La primer advertencia que cabe hacer sobre la obra es que Fosse, y no el ojo posado sobre las páginas, tiene el control sobre el ritmo de lectura. Su narrativa es de muy agradable lectura; torrencial y tierna, como corresponde a la cosmogonía propia de dos adolescentes, con su candidez, idealismo y visceralidad. Esta voz singular convierte en fascinante y lleno de interés una historia sencilla. 
El relato discurre entre dos lugares: Dylgja y Bjorgvin... en realidad tres si contamos Vik. El segundo corresponde al nombre original de la ciudad de Bergen y el primero sería tal vez una pequeña localidad ficticia inspirada en una real llamada Dingja. El juego con la toponimia no es casual: Asle y Alida se exilian de su aldea natal, donde abandonan sus batallas y, de manera más o menos consciente, también pistas incómodas y sugerentes de su pasado; estos dos significados tiene el término dylgja en las lenguas nórdicas. Vik (cala, cualquiera de las cientos de miles que custodia la recortadísima costa noruega) sería algún rincón minúsculo y vulgar; difuso y ficticio, como los nombres que adoptaron al asentarse allí tras abandonar también Bjorgvin, creyéndose libres y a salvo, por no más que unos días o semanas.
Una de las etiquetas que le colgaban a Fosse nada más darle el Nobel (pues no era demasiado conocido en nuestro país) era la de "escritor católico", algo pintoresco en su país natal. Más bien diremos que será un "católico escritor", si es que podemos acotar de alguna manera la definición. En cualquier caso, esta obra tiene ciertos elementos cristianos vertebrales: sin pretender en ningún momento paralelismos con la Biblia, el autor utiliza desde el propio arranque arquetipos evangélicos muy reconocibles para ilustrar pasajes enteros del relato. Uno de ellos es identificar Bjorgvin con su sueño fallido y breve, su perdición y, sobre todo, su tentación (dedica la segunda parte entera al asunto); y es que el nombre original de la ciudad se discurre de las colinas que la rodean, que no pocos líricos han querido acotar en siete para compararla a Roma... tal vez el mismo lugar donde descansaba la ramera de Babilonia de acuerdo al relato del Apocalipsis, habida cuenta que fue escrito en tiempos de Nerón. Aunque asume varios roles a lo largo de la narración, Asle termina siendo una suerte de cristo.
Trilogía también tiene una dimensión patológica y kafkiana, valga la redundancia, sobre todo de la inefable América/El desaparecido: ambos son adolescentes tardíos, como Karl, que se ven incapaces de afrontar la vida más que de manera pasiva y conformista, asumiendo su rol de principiantes. Además, Alina se adivina también extranjera, por sus atributos fisiológicos. Mentiría si no dijese que la segunda parte de la trilogía no es un Proceso en el que Asle se mete hasta el cuello por voluntad propia, casi con resignación, sin una persecución ni enjuiciamiento reales.
En definitiva, Trilogía es una obra hermosa y muy recomendable sobre el despertar a la vida precipitado por la formación inesperada de una nueva familia y la perpetuación inevitable de los roles heredados, con brillantez literaria pero apta para todo tipo de lector, que encontrará su propio camino para transitar por ella.

Artículo original en Dosis Kafkiana