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Nuevo artículo en la revista El Manifiesto: "Las tentaciones de Pablo"


Pablo estaba sentado en el borde de la cama con la cabeza entre las manos. Detrás de él, con gesto de preocupación, Lili se desasía de las caderas un prominente juguetito conocido como 
Mayordomo mandingo. Luego se deslizó con suavidad hasta sentarse frente a él sobre la alfombra con las piernas cruzadas; lo sostuvo entonces por las palmas mientras lo miraba: había desaparecido ese brillo de jaco en sus ojos, esa sonrisa burlona de navajero de la Transición que la había enamorado. "Pablo, esto antes te gustaba; querías hacer política con tu propio cuerpo, desafiar la falsa masculinidad". Él seguía sin mirarla. "¿Qué te pasa? Es como si al cortarte el pelo hubieses perdido la fuerza, como Sansón". "Eso no lo digas ni de broma", respondió por fin. Pero los ojos tiernos de Lili no eran capaces de perfundir hasta el corazón de su amigo, que en realidad sufría por lo mismo que Álvaro Mesía, divisar el abismo freudiano del envejecimiento al tener que planificar en lugar de improvisar sus encuentros carnales, para poder ofrecer al tendido un rendimiento presentable. Mas frecuentar a la misma hembra no le era aliciente para semejante esfuerzo, y mucho menos dejarse invadir el albañal por la inercia de fingir apoyar en privado las propagandas de la madre de sus hijos... aunque a veces le hubiera salvado la papeleta cuando no se encontraba con suficiente vigor... Seguir leyendo