Siendo sincero, no tenía pensado escribir un artículo como este. Lo más, el comentario de una película que se me apetecía interesante, contestataria y montaraz para los tiempos que corren; pero resulta que me encontré con otro engendro insípido y pasteurizado sin muchos más galones que cualquier otra proyección palomitera en la que se esconden las parejas de quinceños solo para darse el lote. Lo peor no es eso (todos hemos sido estafados alguna vez por los charlatanes paniaguados de la cartelera o los rebaños de borricos que adulteran las valoraciones con estrellitas en el Internet); sino que además de ser una obra fallida en sus pretensiones profana el sacrosanto arquetipo del vengador justiciero al colarlo con el tamiz posmo, que a sabiendas o por contaminación ambiental confunde al héroe naturalista e imperfecto con el mamarracho de moral ambigua ungido como tótem de nuestro tiempo... Sigue leyendo
Hace 110 años, Robert H. Benson publicaba la que está considerada como primera distropía moderna: Señor del mundo . Se trata de una obra relativamente conocida en el mundo católico militante por las recomendaciones públicas de los dos últimos papas, pero prácticamente desconocida fuera de este ámbito. Sin embargo, su influencia es clara en la universal 1984 de Orwell, principalmente en la concepción de un mundo futuro globalizado en el que las guerras tienen lugar entre grandes bloques de civilización y no entre países, gobernados en una tiranía disfrazada de libertad. Claro que imaginaban el mal de manera diferente, partiendo del contexto histórico que les tocaba vivir, y mientras Orwell proyectaba el sainete perpetuo de la propaganda comunista de Stalin, Benson creía que la entonces todopoderosa masonería pilotaría desde la sombra, y sin hacer demasiado ruido, el camino hacia la perdición. No es fácil abstraer Señor del mundo del catolicismo, dado que el mismo autor era sac
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