Ocurre en todas las instituciones mundanas que una parte nada despreciable de sus afiliados se enrola en ellas como se refugia uno en la primera cornisa que encuentra al caer un chaparrón, o bien deslumbrados por un abolengo que quisieran heredar para sí. En cualquier caso se trata de vocaciones vacías o tibias que cabalgan sobre alguna ambición, pero demasiado cobardes como para construir su propia cabaña a la intemperie... Sigue leyendo