Ir al contenido principal

La digna zafiedad cultural


Además del kiosko de Maribel, suelo frecuentar también la tienda de cómics de Manuel. Cuando ojeo las estanterías, compruebo para mi pesar que son cada vez más escasas las obras de humor zafio a la venta, en un formato que otrora fuera tan prolífico en estos géneros. Aunque la verdad es que ya ningún formato lo es, salvo quizás los volátiles vídeos que circulan por algunas redes sociales o WhatsApp, resiste en este tipo de creatividad. Ni siquiera la revista El Jueves, que fue el buque insignia de la indecencia cultural, se ha ido descafeinando a base de perder Makinavajas, Cojoncianos u Ortega y Pachecos; y no tener especial voluntad en reclutar nue‎vos. En música, género popular por excelencia, demasiado lejos quedan ya las picantes coplillas de Susana Estrada. El Chivi, como comentábamos hace poco, ha renunciado a contiuar su creación y aunque Juampa todavía lo sigue intentando, ya no tiene la fuerza de sus inicios ni apenas poder de difusión. 
En la literatura, que siempre ha sido el género en el que se han permitido más licencias de contenido incluso dentro de dictaduras (recuérdese, por ejemplo, la inefable Familia de Pascual Duarte de Cela), ya no podemos hablar a día de hoy en la relajación del recatamiento, salvo escasísimas y muy polémicas excepciones como Houellebecq.
En el cine ya es inimaginable producir algo similar a los tiempos del destape, a pesar de su incuestionable potencial en taquilla (quién sabe qué mano negra frustró el prometedor regreso de Pajares y Esteso), con las felices excepciones de títulos como Equipo Ja o la saga Torrente, que por desgracia se ha ido domesticando entrega a entrega por cuestiones comerciales y terminará por abandonarse tal y como están las cosas.
No podemos olvidarnos en este punto del porno, ese entrañable subgénero acorralado por la piratería, los directos de Internet y el propio Imperio. Haciendo un poco de arqueología, hace años pude contrastar que títulos como El fontanero, su mujer y otras cosas del meter o Idas de olla por treinta centímetros de polla no solo no son simpáticas invenciones ibéricas para el márketing local, sino que han existido, junto con la socarronería en nombres, situaciones y diálogos, desde los inicios del sexo explícito en el cine. Y es que es momento de hacer una importante revelación a los profanos: mucho más allá del auxilio al onanismo, la pornografía está diseñada para ser divertida... Y me atrevería a decir que se consume mucho más por la segunda razón que por la primera, aunque sea en forma de píldoras, revirtiendo de eufemismo a realidad la denominación de "entretenimiento para adultos". El sexo ha divertido más que excitado desde siempre, y tenemos referencias de ello desde las medievales cantigas de escarnio.
La zafiedad cultural es, por tanto, un reposo intelectual (principalmente masculino) tan digno o criticable como puedan serlo los espectáculos deportivos, la telebasura, o los consumibles infraculturales. Creo que es el momento de reivindicarla e impedir que muera en todos los géneros posibles. Yo ya he empezado a hacerlo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nuevo artículo en la revista Rincón Bravío: "Porno, putas y consoladores"

A menudo se tacha a nuestro sincrético Gobierno (y por extensión, a los partidos que lo componen o lo apuntalan) de moralista o puritano, por su obsesión en legislar y fiscalizar la coyunda de los españoles. No pueden estar más equivocados: para los posmos, la moral es una bola de plastilina que además cambia de color; por consiguiente la ley no significa demasiado para ellos, dado que su cumplimiento es meramente facultativo desde el poder, ya sea por acción/omisión o a toro pasado través de indultos arbitrarios. Más aún, en ellos no hay un ápice de incoherencia o de hipocresía en pedir la cabeza de sus adversarios políticos por ser sospechosos de tener multas de aparcamiento y negarse a dimitir tras una imputación o incluso condena: su elevada concepción de la democracia a la cubana (donde de cuando en vez se impostan elecciones generales y referéndums, a los que ellos dan plena validez) les lleva, con un par de huevos, a la asunción tácita de que sólo están legitimados para gobernar

Nuevo artículo en la revista Dosis Kafkiana: "Reseña de 'El año del búfalo', de Javier Pérez Andújar"

Hace ya unos cuantos años, en un arranque de racionalismo, me dio por emprender un  estudio  para aportar evidencias estadísticas sobre la falibilidad de las predicciones zodiacales. Para ello recopilé miles de personajes ilustres junto con su aniversario y los clasifiqué por ocupación, de modo que se pudiesen medir tendencias en periodos temporales para cada grupo. Evidentemente no se registró correlación alguna entre el nacimiento y el oficio; pero si bien los meses (pensemos en el horóscopo occidental) eran algo completamente uniforme, los años presentaban indicativos curiosos, revelándose unos más fecundos que otros en celebridades o profesiones. Para decepción de creyentes en el horóscopo chino, estas tendencias anuales no se presentaban de manera cíclica (los signos se repiten cada doce años), pero no deja de ser algo curioso por más explicaciones históricas o sociológicas que tenga. Uno de esos signos es el búfalo; y años del búfalo hay muchos, pero en la novela se coquetea sobr

Nuevo artículo en la revista Frontera D: "La crisis del libro"

Decidí emprender este artículo horrorizado tras leer a no pocos ciudadanos distinguidos de la república de las letras clamar por ese concepto difuso, eufemístico y vergonzante que siempre converge en algo siniestro: un “nuevo modelo”; en este caso para la industria del libro. Por supuesto, se estaban refiriendo a liquidar la distribución tal y como la entendemos hoy en día para sustituirla por impresión y envío bajo demanda: los que se reivindican representantes de la esencia literaria por ser pequeños editores o autores independientes, los guerrilleros de la cultura, quieren llevarse por delante las librerías para dejar todo en manos de magnates digitales a los que tanto les da vender libros que papel higiénico. La excusa es la creciente carestía del papel y lo poco ecológico del proceso actual, en el que muchos libros distribuidos terminan siendo retirados sin vender e incluso desechados para hacer sitio a nuevos títulos en los almacenes; pero la realidad ulterior es la