Ir al contenido principal

Buenos lectores


A mediados del siglo XIX surgían el Realismo y el Naturalismo en la literatura, en principio como contraposición al Romanticismo, pero con unas implicaciones mucho más profundas y perdurables: por fin se plasmaba todo (o casi), se humanizaban los personajes y las situaciones‎, de modo que el texto dejó de ser monopolizado por el idealismo y, contradiciendo a Hitchcock antes de que naciese, la ficción dejó de ser "la vida, pero sin las partes aburridas". La implicación más importante de este fenómeno es que, sin llegar al relativismo contemporáneo del bien y del mal, empezaba a ser tendencia el mostrar también los defectos de los personajes, que no podrían ser otros que los de la gente corriente... Y, por supuesto, la literatura empezó a proyectar también intencionalidades del autor más allá de la moral, por ejemplo en las emergentes ideas que ya empezaba a reflejar la sociedad civil en el nuevo escenario político de Europa y América‎. Algo, bien pensado, bastante natural, ¿es acaso posible escribir pretendiendo crear cultura, ocultando los sentimientos?
Desde hace poco, parece que la tendencia es la contaria. No es que en los años del Realismo no hubiese literatura ligera de consumo, sino que desde entonces hasta hace muy pocas décadas, a pesar de todo, los best sellers solían‎ ser libros más interesantes. Ahora imperan los libros descafeinados y con sacarina, con autores siempre vigilantes para evitar cualquier salida de tono o falta de neutralidad (al menos, no en contra de las corrientes imperantes) y temerosos a toda crítica o identificación que vaya más allá del argumento o género de la propia obra. Pero lo peor es que este criterio ya no se usa sólo con las nuevas creaciones, sino que el intelectualismo vacuo y paleto lo pretende usar también para etiquetar y defenestrar la obra existente: sin ir más lejos, esta misma semana leía una reseña sobre una selección de poemas de Neruda en la que el setenta por ciento de la redacción (que, por cierto, no era muy larga) se gastaba en criticar el supuesto patriarcalismo del chileno. También una campaña en redes sociales con el objeto de impedir que se escriban más historias en las que aparezcan determinados estereotipos de personaje, o autores que se promocionan asegurando que nunca incluyen determinados temas o situaciones en sus libros. 
A principios del XXI y finales del XX, ya había dualismos ideológicos enfrentados por cuestiones políticas, como por ejemplo el vargasllosismo contra el garciamarquecismo en América Latina‎, alentados sin duda por lectores que no los habían leído o su interés en hacerlo radicaba más bien en presumir delante de propios o extraños en conversaciones de café. La propia academia sueca reconoce que uno de los criterios que utiliza para otorgar el Premio Nobel de Literatura es el compromiso político del autor (de hecho, el galardón suele rotar tácitamente entre las diferentes lenguas del planeta y también alterna ideologías), pero obviamente no con el objeto de marcar a quien se debe o no leer. La gilipollez de nuestros días establece que leer a Ortega, a Grass o a Hamsun es de fachas y leer a Saramago, a Sartre o a Zola es de rojos. Parece que ya ni se respeta el paso de los siglos en esta etiquetación, porque ya empieza a tacharse a autores como Ovidio, Agustín de Hipona o Balzac como inadecuados, al tiempo que se pretenden censurar los cuentos clásicos de los Grimm, Perrault o Andersen.
El buen lector (y esto podría extrapolated a otras artes), ese que deberíamos fomentar, se asoma a todo sin importarle demasiado hasta qué punto comparte las ideas o los planteamientos del escritor, porque no busca respuestas sino artefactos mucho más abstractos cuyo valor es cultural, o bien mensajes que, por el nivel en el que se plantean, resultan interesantes al margen de los detalles. Acordémonos que en el momento de mayor odio fraternal de la historia reciente de España, tanto Sánchez Mazas como Miguel Hernández escaparon de ser condenados a muerte por intercesión de intelectuales del bando contrario... Que los valoraban como autores. ¿Se imaginan algo similar hoy en día? ‎

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nuevo artículo en la revista Rincón Bravío: "Porno, putas y consoladores"

A menudo se tacha a nuestro sincrético Gobierno (y por extensión, a los partidos que lo componen o lo apuntalan) de moralista o puritano, por su obsesión en legislar y fiscalizar la coyunda de los españoles. No pueden estar más equivocados: para los posmos, la moral es una bola de plastilina que además cambia de color; por consiguiente la ley no significa demasiado para ellos, dado que su cumplimiento es meramente facultativo desde el poder, ya sea por acción/omisión o a toro pasado través de indultos arbitrarios. Más aún, en ellos no hay un ápice de incoherencia o de hipocresía en pedir la cabeza de sus adversarios políticos por ser sospechosos de tener multas de aparcamiento y negarse a dimitir tras una imputación o incluso condena: su elevada concepción de la democracia a la cubana (donde de cuando en vez se impostan elecciones generales y referéndums, a los que ellos dan plena validez) les lleva, con un par de huevos, a la asunción tácita de que sólo están legitimados para gobernar

Nuevo artículo en la revista Dosis Kafkiana: "Reseña de 'El año del búfalo', de Javier Pérez Andújar"

Hace ya unos cuantos años, en un arranque de racionalismo, me dio por emprender un  estudio  para aportar evidencias estadísticas sobre la falibilidad de las predicciones zodiacales. Para ello recopilé miles de personajes ilustres junto con su aniversario y los clasifiqué por ocupación, de modo que se pudiesen medir tendencias en periodos temporales para cada grupo. Evidentemente no se registró correlación alguna entre el nacimiento y el oficio; pero si bien los meses (pensemos en el horóscopo occidental) eran algo completamente uniforme, los años presentaban indicativos curiosos, revelándose unos más fecundos que otros en celebridades o profesiones. Para decepción de creyentes en el horóscopo chino, estas tendencias anuales no se presentaban de manera cíclica (los signos se repiten cada doce años), pero no deja de ser algo curioso por más explicaciones históricas o sociológicas que tenga. Uno de esos signos es el búfalo; y años del búfalo hay muchos, pero en la novela se coquetea sobr

Nuevo artículo en la revista Frontera D: "La crisis del libro"

Decidí emprender este artículo horrorizado tras leer a no pocos ciudadanos distinguidos de la república de las letras clamar por ese concepto difuso, eufemístico y vergonzante que siempre converge en algo siniestro: un “nuevo modelo”; en este caso para la industria del libro. Por supuesto, se estaban refiriendo a liquidar la distribución tal y como la entendemos hoy en día para sustituirla por impresión y envío bajo demanda: los que se reivindican representantes de la esencia literaria por ser pequeños editores o autores independientes, los guerrilleros de la cultura, quieren llevarse por delante las librerías para dejar todo en manos de magnates digitales a los que tanto les da vender libros que papel higiénico. La excusa es la creciente carestía del papel y lo poco ecológico del proceso actual, en el que muchos libros distribuidos terminan siendo retirados sin vender e incluso desechados para hacer sitio a nuevos títulos en los almacenes; pero la realidad ulterior es la