Antes de ponerme a escribir esto, preferí dejar reposar unas cuantas semanas el atentado contra Salman Rushdie. Me interesaban mucho las reacciones de periodistas y escritores, pues la verdadera garantía para la libertad de expresión no son las leyes, sino el respeto mutuo entre colegas con diferentes ideas, siguiendo aquella famosa frase de Evelyn Beatrice Hall (a menudo atribuida a Voltaire) «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». A Dios gracias el escritor salió vivo, lo que nos dio la oportunidad de que sus iguales se expresasen en los términos que realmente pensaban en lugar de los plañidos y condenas impostados que hubieran sucedido a su muerte: resultó que la cuestión consiguió levantar debates en lugar de apoyos, lo que confirma que la engreída Europa (de la que, por cierto, tuvo que huir el escritor británico para estar a salvo, vaya usted a saber por qué) hace décadas que no es todo aquello de lo que siempre ha presumido, Ilustración mediante... Sigue leyendo
Hace 110 años, Robert H. Benson publicaba la que está considerada como primera distropía moderna: Señor del mundo . Se trata de una obra relativamente conocida en el mundo católico militante por las recomendaciones públicas de los dos últimos papas, pero prácticamente desconocida fuera de este ámbito. Sin embargo, su influencia es clara en la universal 1984 de Orwell, principalmente en la concepción de un mundo futuro globalizado en el que las guerras tienen lugar entre grandes bloques de civilización y no entre países, gobernados en una tiranía disfrazada de libertad. Claro que imaginaban el mal de manera diferente, partiendo del contexto histórico que les tocaba vivir, y mientras Orwell proyectaba el sainete perpetuo de la propaganda comunista de Stalin, Benson creía que la entonces todopoderosa masonería pilotaría desde la sombra, y sin hacer demasiado ruido, el camino hacia la perdición. No es fácil abstraer Señor del mundo del catolicismo, dado que el mismo autor era sac
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