Decía Churchill que la democracia no es la mejor manera de gobierno, sino la menos mala. Y tenía razón, porque lo cierto es que como sistema tiene también muchos defectos, sobre todo la pornografía de medidas y decisiones o las políticas de calentar en el microondas, al punto de frustrar cualquier intención seria de servicio público en el más amplio sentido de la palabra. Pero a cambio tiene una gran ventaja: otorga a cada pueblo exactamente lo que se merece, pues el voto perfila mucho más el tipo de político que ha de gobernar que la ideología esperable del partido ganador. Para ilustrar esto basta con irse al ejemplo español, donde el poder cambia de color más por inercia que por democracia, con una connivencia en forma de ciclos de despilfarro y racanería... Sigue leyendo
Parece que después del comentario sobre Pororoca , me toca de nuevo hablar sobre la culpa. El otro día leía en un periódico que Angela Merkel daba por fracasada la política migratoria de la UE, porque consideraba que solo Alemania se mostraba flexible para acoger a algunos de los inmigrantes que se hacinan en las islas griegas más próximas a África. Hacía, a este respecto y no sin cierta razón, una referencia más o menos velada a las cuestiones religiosas, como corresponde a un partido democristiano como el CDU. Sin embargo, me resultaba sorprendente la perspectiva caritativa, disparada sin duda por la culpabilidad interna, algo típicamente católico: aunque su mentor Kohl sí lo era, Merkel es luterana. Debemos recordar que, en general, los protestantes ven a Dios como una especie de titiritero que no solo permite sino que origina todo lo que ocurre en el mundo, de modo que conciben la pobreza como una maldición y la riqueza como todo lo contrario, ambas de alguna manera merecidas a oj
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