A veces me pregunto qué significa de facto ser patriota, más allá de lo que diga la RAE, o mejor aun, qué significa ser patriota en España. Sin duda, no debe ser nada bueno. Recuerdo que en el famoso juicio por el apuñalamiento de Carlos Palomino, la fiscalía preguntó al agresor, de manera nada inocente, si se consideraba patriota. Este, sin duda instruido por su abogado defensor, respondió que le gustaba que ganase la selección española de fútbol, eludiendo el autodefinirse como tal. Podemos concluir entonces que el patriotismo puede llegar a ser considerado a nivel legal en España un agravante que convierta un homicidio en un asesinato, o cuanto menos una prueba de que el individuo que así se declare tiene vínculos o simpatía con alguna organización neonazi... Seguir leyendo
A menudo se tacha a nuestro sincrético Gobierno (y por extensión, a los partidos que lo componen o lo apuntalan) de moralista o puritano, por su obsesión en legislar y fiscalizar la coyunda de los españoles. No pueden estar más equivocados: para los posmos, la moral es una bola de plastilina que además cambia de color; por consiguiente la ley no significa demasiado para ellos, dado que su cumplimiento es meramente facultativo desde el poder, ya sea por acción/omisión o a toro pasado través de indultos arbitrarios. Más aún, en ellos no hay un ápice de incoherencia o de hipocresía en pedir la cabeza de sus adversarios políticos por ser sospechosos de tener multas de aparcamiento y negarse a dimitir tras una imputación o incluso condena: su elevada concepción de la democracia a la cubana (donde de cuando en vez se impostan elecciones generales y referéndums, a los que ellos dan plena validez) les lleva, con un par de huevos, a la asunción tácita de que sólo están legitimados para gobernar
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