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Coronavirus, religión y postureo



Cada miércoles de ceniza empieza la Cuaresma con la lectura del que, sin duda, es el fragmento del Evangelio que más directamente ataca la práctica del postureo:

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. (...) Cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por la calle como hacen los hipócritas (...) tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

No por ello el fanfarroneo de la caridad es en nuestros días ajeno a algunos representantes de la Iglesia, sobre todo cuando son estrellas televisivas aprovechando la oportunidad mediática del contraejemplo, e intentan cargar de superioridad y razón sus chapoteos políticos explícitos en temas que no tienen que ver con la moral, esa que, junto con la ayuda al prójimo, debiera ser su única jurisdicción en sermones e iniciativas escudadas en sus votos.
Quiso la casualidad que precisamente ese día, el 26 de febrero, se registrase de manera oficial el primer caso de coronavirus en Madrid... Que luego se convertiría, como era de esperar, en el gran foco de infección y propagación. El famoso bicho ya tenía por entonces todas las papeletas para ser considerado una sentencia de justicia divina o poética, por ser una miseria propia de animales que ha pasado al hombre por comer lo que no debe. Igual ocurría con el mal de las vacas locas, que quizás no hubiese surgido si a algún orate no se le hubiera ocurrido dar dieta caníbal a un animal herbívoro. Algunos malnacidos le dieron otras interpretaciones trascendentales, como que "la naturaleza nos está mandando un mensaje poblacional", por aquello de que las víctimas mortales suelen ser enfermos inmunodeprimidos o ancianos... Hecho que ha dado pie a la imaginación de otros para deducir que en España e Italia, dos auténticas catástrofes en cuanto a relevo demográfico, se ha tardado en actuar deliberadamente para llegar a un número dantesco de contagios y hacer una purga de viejos encubierta, que por lo demás liberaría los fondos sociales para otro tipo de menesteres políticamente más rentables. Recordemos en este sentido la agridulce noche del 26 de junio de 2016, las últimas elecciones que ganó Rajoy, cuando Podemos creía en el célebre sorpasso al PSOE que no fue, uno de los trending topic de Twitter al hacerse públicos los resultados fue "putos viejos"... Y a estas alturas todos somos mayorcitos para saber que las tendencias de sabor político en las redes sociales son cualquier cosa menos espontáneas.  Luego fuimos sabiendo que, dejando al lado el ya famoso mercado de Wuhan, algunos de los focos más importantes fuera de China fueron acontecimientos religiosos multitudinarios: en Irán las peregrinaciones a la ciudad santa de Qom para los chiíes, en Corea del Sur un acto de la secta Moon; y en España, una celebración de culto evangélico en Torrejón. Ninguna, por cierto, un acto católico (ni siquiera en Italia, donde se sospecha que pudo haber sido un partido de fútbol del Atalanta), lo que a algunos conspiracionistas prosélitos píos les ha dado ya que hablar. Por supuesto, toda calamidad de grandes dimensiones es una nueva oportunidad para clavar a martillazos los versos de Nostradamus en profecías concretas para conseguir algunos clics e impresionar a papanatas. Y si la calamidad se hace global y puede ser interpretada como una especie de apocalipsis, todo tipo de predicadores y fantoches se lanzan a las redes (en este caso, a la calle no pueden, al menos en los países ya contaminados) a hacer levas de espíritus debilitados o vulnerables con los que hacer negocio o al menos manipular de manera temporal.
Además, la crisis del coronavirus ha sido un escaparate interminable de postureo. Todas las firmas, casi sin excepción, aprovecharon para disfrazar de servicio público y humanidad hacia todo el que tiene que pasarse el día encerrado en casa, una campaña de márquetin de imagen. Algunas sí hicieron aportes contantes y sonantes donde más falta podían hacer (un sistema sanitario desbordado en recursos o menores necesitados), pero los militantes e ideólogos de la filosofía de la insolidaridad (aquella que dice que el estado tiene que ser solidario por ti) les afearon la conducta porque consideran asumible la miseria y el sufrimiento de la población con tal de que no afloren las lagunas de gestión de un gobierno amigo... O peor, que la misma gente tome conciencia de que a veces es necesaria la colaboración desinteresada individual a la hora de paliar una necesidad fuera de unas directrices politizadas. Así, lleva muchos años enterrada la genial cita de Concepción Arenal (cuya figura manipulada es referente para otros menesteres) que dice: "Hay tanta justicia en la caridad y tanta caridad en la justicia que no parece loca la esperanza de que llegue el día en que se confundan".
Quiero terminar con el postureo que más me ha desconcertado, que además combina los tres temas de esta entrada: la presunta idea del papa de posponer las celebraciones de Semana Santa a septiembre... Curiosamente, la única fiesta litúrgica con unas referencias temporales fiables en las Escrituras (por coincidir la última visita de Jesús a Jerusalén con la pascua judía), y por tanto una justificación para que se celebren en una fecha concreta y no otra, dependiente del calendario lunar cada año; todo en una era en la que todo se puede seguir en directo por Internet desde casa. Hasta donde yo sé, el Domingo de Resurrección no se ha movido ni en tiempo de guerra. ¿Nada queda fuera del postureo social en tiempos de coronavirus?