A veces los textos cobran vida, se vuelven autónomos y empiezan a escribirse solos. Eso es lo que sentí documentándome para escribir mi primera novela, proceso en el que tuve la gran suerte de toparme con Jolanda Tschudi, una mujer de la que casi nadie ha oído hablar con una biografía de película. De hecho, estaba decidido a escribir sobre ella al terminar, pero desafortunadamente no he conseguido hasta el momento contactar con ella o su entorno.
Jolanda nació cerca de Zurich, en el seno de una familia acomodada, y fue, ante todo, una aviadora. En la primera mitad de la década de los 40 batió varios récords de altitud, sobrepasando los 5000 metros de altitud, de modo que su pericia fue aprovechada por el museo etnográfico de Neuchâtel (Suiza) para conducir expediciones de investigación de la cultura touareg en el Sahara argelino. Más sorprendente y rompedor para la época es que justo después, en 1948, adquiría el modelo 356 de Porsche, siendo así la primera persona en conducir un coche de la marca, y por tanto, que realmente fue una mujer y no un hombre la pionera en los automóviles deportivos privados en el mundo.
Sin embargo, lo que me llevó a conocer a Tschudi fue el enrolarse en 1950 en una nueva expedición para el mismo museo de Neuchâtel y la misma área geográfica, pero esta vez para explorar de manera científica y por primera vez las recién descubiertas pinturas rupestres de Tassili N'ajjer. Este conjunto artístico es hoy reconocido como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, el más extenso del mundo y uno de los más importantes, aunque es injustamente desconocido como tal. En este caso, además, fue también la escribana del interesante libro que recopiló el estudio, que por desgracia nunca fue editado en España. Ha sido también una lástima que esta expedición haya caído en el olvido y que hoy en día sólo recordemos aquella de Henri Lhote, reflejada en un libro mucho más digerible y de consumo, pero mucho menos riguroso, popularizado por emplear la expresión "Gran dios marciano" para referirse a una pintura curiosa que él mismo creyó relacionada con la arqueología ufológica, que ha convertido el complejo de Tassili más en un museo temático para curiosos del misterio que en la meca del estudio del arte rupestre de diferentes épocas que debería ser.
Sólo espero poder algún día contactar con ella y poder reflejar y difundir su biografía como se merece.