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Se cambian novelas


Desde que tengo uso de razón, Maribel y su hermana resisten despachando chucherías, prensa, coleccionables, cromos, libros y algunas otras cosas en un humildísimo y viejo kiosko, en el que además viven de alquiler, que casi pasa desapercibido desde fuera. El escaparate lo tienen coronado con una nube de carteles de hermosa letra de mujer, prodigiosamente idéntica de tamaño en todos ellos, en los que se anuncian servicios complementarios de su actividad (como recarga de móviles de prepago) y otros asuntos más particulares como la adopción de gatitos. En medio de todos ellos permanece uno que ya ni siquiera mi generación, que roza ya la cuarentena, alcanza a recordar o entender: "Se cambian novelas".
Recuerdo perfectamente cuando escuchaba con sorpresa en el autobús camino del trabajo hace menos de diez años la noticia de la muerte de Corín Tellado, que además permanecía activa en la escritura y la publicación, y yo daba por fallecida hacía años junto a su género, igual que a Marcial Lafuente Estefanía. Y es que se puede decir que el volumen de la obra de un autor lo envejece, por el tiempo que inconscientemente se le otorga a cada creación, o que al menos hace suponer que ha tenido que empezar muchos años antes. Esta confusión afecta principalmente a los que participan en productos efímeros, como el cine pornográfico o la literatura de kiosko, ambas en el mismo nivel de peligro de extinguirse...
O quizás no. Creo que lo que todavía hoy cambian Maribel y su hermana en el kiosko no son las otrora famosas novelas de a duro, sino ejemplares de colecciones mayoritariamente fenecidas, pero más modernas, como la románticas Jazmín, Bianca o Harlequin u otras de intriga ligera, entendidendo como cambiar el establecer una especie de sistema de renting de novelas cortas baratas, para que nos entiendan los lectores más jóvenes. En todo caso son el vivo ejemplo de que el interés en lo que algunos llaman infraliteratura sigue vivo de una u otra forma, y que esta sigue siendo mucho más digna, interesante e ilustrativa como pasatiempo que la mayoría de la programación televisiva actual... Y ya no digamos redes sociales o el 99% de la producción youtuber.
De algún modo, creo que la literatura de kiosko sigue viva en el mundo moderno, si bien de manera accidental, en el universo de los libros electrónicos autopublicados, que merecen varios capítulos aparte. Los grandes grupos editoriales son perfectamente conscientes del nivel literario medio que tristemente reinta en este tipo de obras y realmente no les preocupa mucho, porque han visto en ellas un filón para el moderno lector voraz de folletín, que sigue existiendo, y demanda novelas que sean sencillas y preferentemente entretenidas por encima de la calidad. Si además, son capaces de descubir por el medio una obra con potencial de vez en cuando para otros menesteres, tanto mejor. El Kindle Unlimited y otro tipo de promociones similares de tarifa plana son, al fin, la aproximación a los sistemas de lectura continuada de nuestros días.
¿Conocéis algún otro kiosko donde, de manera pública y notoria, se intercambien novelas?